Hoy, a media noche, termina el primer concurso masivo en Twitter, llamado los Shorty Awards.
Más que una competencia, yo lo veo como un experimento social. Este pseudo-concurso no sólo mide la fuerza viral que una campaña de microblogging puede lograr, sino también la desesperación por algunos por ganar.
Esto se ha transformado en una carrera por elevar el ego de todos los elegidos. Y sí, yo soy uno de los finalistas, y la verdad que he sentido la presión. Descubrí que tengo un Twitter-Ego.
Pero bueno, más que nada, y tal como me dijo mi amiga Arleen Anderson (quién también es una de los finalistas): "No importa toda la controversia y todo el ruido que esta competencia ha causado... Lo más importante es el cariño entregado por tus seguidores al momento de votar por ti."
(Si quieres votar por mí, este es el link)
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